jueves, 10 de noviembre de 2011

CALLE DE LOS CARPINTEROS (ADAM ZAGAJEWSKI)


Una pequeña multitud ante el consulado
americano ondea como una medusa en el agua.
Por la vereda avanza un joven dominicano
y los transeúntes se apartan piadosos.
Estoy otra vez en casa, silencioso como un budista.
Cuento los días de felicidad y preocupación,
los días en que te buscaba desesperadamente
y encontraba apenas una imagen, una metáfora,
los días de Kohélet y los días del Salmista.

Recuerdo el abrasante olor del brezo,
el de la resina en un bosque cerca del mar,
la oscuridad de una capilla blanca en Provenza,
donde sólo ardía el sol de las velas.
Recuerdo pequeñas aceitunas de Grecia,
las deslumbrantes vías en Westfalia
y un largo viaje para despedir a mamá,
en avión, donde ponían una comedia
y todos reían a carcajadas.

He vuelto a la ciudad de postres dulces,
del chocolate amargo y los entierros hermosos
(aquí enterraron la semilla de los sueños),
a la ciudad de la memoria almidonada;
pero esta angustia, que impele a los errantes
y gira ruedas de bicicletas, molinos y relojes,
no me quiere abandonar, se esconde sin cesar
en mi corazón, como un desertor hambriento
en un vagón de circo abandonado.







[Argentinización parcial de Aníbal Cristobo sobre traducción de Xavier Farré Vidal]






 

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